La presentación de la novela La caja roja en Villada (Palencia) se enmarca en la celebración de la Semana Cultural de la Asociación de Amas de Casa de este municipio. Ha sido una oportunidad para hablar de la historia de la industrialización en el Valle de Sabero, momento en el cual una Sociedad recién formada reunió capital suficiente para levantar una ferrería.
El XIX es el siglo del progreso, “dominado por comerciantes y otros hombres dedicados a hacer dinero” en palabras de Giacomo Leopardi (Pensamientos VII). Un siglo en el que no hay empresa sin riesgo, aún de la propia vida, y no hay comercio sin viaje.
Villada era entonces un importante foco de comercio, uno de esos mercados destacados de Castilla.
“Su plaza era conocida por los puestos de carne salada, manteca y tocino, pero también por el pescado fresco de Asturias y Galicia. Aquí los maragatos tenían su primera plaza fuerte. En casi todas las citas se encontraban frutas traídas desde el mercado de Segovia hasta el que llegaban comerciantes de Valencia y Andalucía. Cirilo solía bajar carne y dependiendo de la época subía naranjas, limones, aceitunas, higos y arroz. Pero sobre todo buen vino. O algún capricho de seda o lencería fina, cuando alguien en confianza se lo encargaba”.
La Caja Roja pág. 26
Aquel día, Villada y su mercado “concurridísimo, siendo el pueblo de más tráfico de toda Castilla, con arriería de pescados frescos y salados” (Sebastián Miñano y Bedoya, Diccionario geográfico-estadístico, 1828, tomo IX, p. 355), entra en la novela y podría decirse que ya no desaparece de su páginas.
Camino de peregrinos hacia Santiago, como tal se incluye en el mapa de 1648 (Carte des Chemis de S. Jacques de Compostelle). Importante destino de pudientes tratantes de ganado, como lo eran Pedro Sotero Casado y Juana González Vigil, abuelos paternos de uno de los grandes pintores de finales del XIX, José Casado del Alisal, (1832-1886) y su hermano Carlos Casado del Alisal (1833-1899), que fue un destacado empresario en Argentina.
Aquel día, terminado el viaje, cuando Cirilo estaba dispuesto a marcharse…
“se sintió atrapado por un andar seguro, casi con prisa de una mujer a la que sin pensarlo, comenzó a seguir”.
La Caja Roja pág. 28