La ruta está servida

Desde la cumbre se conoce El Valle, una panorámica que recuerda la impresión que estas montañas provocaron en Casiano de Prado, cuando en sus trabajos de descripción de la zona contratado por la Sociedad Palentino Leonesa, alcanzó en 1848 la cima de Peña Corada y descubrió una sucesión de montañas que empezó a recorrer a partir de 1853. Pero ese, es otro viaje.

A los pies de la Camperona o la Cuestona como se conoce popularmente, se extiende un terreno agrícola y ganadero en su mayor parte de Sahelices y en su día rico en bosques salpicados por fuentes y arroyos:

La Plaza en el Melero de las novelas (Sabero), está formada por dos edificios en ángulo recto. La Casona y la arquería que da paso a la sala de laminación de la ferrería San Blas. Enfrente, como formando otro lado de ese cuadrado imaginario, los cuarteles viejos y por último, fuera de la plaza pero bien a la vista, el León.

Desde el edificio de la Ferrería hasta la mina de Sucesiva, se distribuían las principales instalaciones de la Palentina Leonesa, los arcos que aseguraban los altos hornos, la casa de máquinas, son algunas joyas que hoy se pueden todavía admirar de este paisaje industrial. La explanada de las novelas, al pie de la ermita de San Blas, es hoy uno de los barrios más cuidados y pintorescos de Sabero.

En Sahelices, Sanfelice en las novelas, se imagina un callejero de grandes casas agrícolas, mezcladas con otras más humildes rodeando la iglesia que ocupaba el centro de la vida del pueblo.

Los valles que rodean los caseríos ofrecen buenos pastos al ganado.

El río Esla hace de frontera natural y marca el camino hacia lleva hacia tierra de campos,  camino a Villada,   una vez pasado su caudal por Cistierna. Remontando el río se llega a la mina de La Imponderable, en Alejico, el principal yacimiento de hierro de la Palentina Leonesa. Y siguiendo su alborotado cauce hacia el norte, los caminos salen de El Valle entre montañas, pasando por la hoz de Argovejo y el valle de Riaño.

En estos valles la fruta de monte madura desde el verano: cerezas o guindas; manzanas montiscas; ciruelas; arándanos; majuetas. Cada otoño se recogen moras; uvas; andrinos; ayucos; castañas. Algunas casas además mantienen un huerto de fruta. Y elaboran con ellos compotas y dulces para el invierno.

¡La ruta está servida!

1 comentario en “La ruta está servida”

  1. El recorrido por los paisajes de la novela, nos sitúa en el tiempo y con los personajes y sus vivencias que hemos formado en nuestra imaginación. Es el punto final perfecto de la lectura de La Caja Roja y Una Madriguera para la envidia

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