Recordamos aquí la presentación que tuvo lugar en la Casa de León en Madrid el 26 de abril de 2018.
En el debate que se produjo, se habló del libro “La España vacía” de Sergio del Molino, como análisis de ese paisaje deshabitado presente en el campo español. También de la obra de David C. McCelland, “La sociedad ambiciosa”, publicado en 1960 y editado en España en 1968.
Para alguno de los asistentes a la presentación: “entre ambos escenarios, se podría situar la novela”. Porque “la Ferrería es la historia de un fracaso. Un choque violento entre industrialización y mundo rural. Un choque que se produjo en Europa y transformó la vida en este continente. Y que también se produce ahí, en el valle de Sabero”. Y esta modernización se hizo gracias a gente “ambiciosa” gente que acaba “con el mundo de la tradición”.
Desde el público asistente aportan la visión de que: “la novela habla de este choque. Es decir la lucha contra la industrialización y contra el arraigo, un arraigo rural que en España se mantendrá hasta la década de 1960 y que terminará con el éxodo” que produce este paisaje vacío que hoy vemos. Y sí, “hay familias que intentan resistir pero la industrialización nos ha arrastrado a las ciudades”.
Otro tema del debate se centró en si la novela invita al lector a visitar el paisaje que describe. Y si quien lee este libro sabe que se trata de León, y en concreto de esta zona de la montaña oriental y no de otra zona minera del norte de España. La respuesta es clara puesto que sí, se identifica la zona en la que transcurre la trama de la novela. Destacando dos elementos clave en la narración: “La fuerza del paisaje y la fuerza de los sentimientos”. Al hilo de este comentario, se recuerda que se han realizado y se van a realizar varias rutas por los paisajes de la caja roja.
Luis Gonzalo Díez aporta como idea final, el que la novela se construye desde “lo local sin fronteras” en donde la tensión entre tradición e industrialización “queda abierta en la novela. Botías como industrial, es un personaje que ‘tiene un pase’ y Cirilo es el emprendedor, el verdadero emprendedor, cuando es el hombre de la tierra”. La tensión crea un juego “y eso es una virtud de la novela: que esta tensión se refleje en su ambigüedad y quede así plasmada.”